Cada vez más, y cuando se llega a una cierta edad, los valores de glucosa en sangre son mucho más elevados de lo habitual. Ya sea por una mala alimentación, rica en azúcares simples de rápida absorción, comidas preparadas, o hasta por la ingesta de algún tipo de grasas saturadas.
Según la Fundación para la Diabetes, el 12,6% de la población – es decir, unos 4,8 millones de personas – tiene una condición prediabética, (este término se utiliza para identificar a personas que cuentan con niveles de glucosa más elevados de lo normal, pero no lo suficiente como para representar un diagnóstico de diabetes tipo 2) que se puede revertir con cambios en el estilo de vida.
Dentro de este grupo se incluyen a los pacientes con glucemia basal alterada (GBA) y con intolerancia a la glucosa (ITG), situaciones que, aunque no son consideradas como enfermedades clínicas, sí suponen un factor de riesgo para desarrollar diabetes tipo 2.
Uno de los principales problemas a la hora de diagnosticarla es que no suele presentar síntomas, más allá de contar con un nivel de glucosa en sangre alterado: según indica la Organización Mundial de la Salud, 100 a 125 mg/dl en ayunas
De ahí que la diabetes pueda evolucionar de manera silenciosa y sin ser diagnostica durante unos 10-12 años. Por el contrario, en algunos casos aislados, esta situación se puede presentar con un oscurecimiento de ciertas partes del cuerpo, como cuello, axilas, codos, rodillas o nudillos.
Por ello, es importante concienciar sobre la importancia de la detección y tratamiento precoz de esta enfermedad antes de que se desarrolle, promoviendo cambios en el estilo de vida e incidiendo en la necesidad de tomar una posición activa en la prevención y control de nuestra salud.
En este sentido, vamos a exponer algunos consejos que pueden ayudar a recuperar los valores glucémicos normales: