La “kale” es una de las grandes protagonistas de la «veggie trend healthy stlye» como le llamarían los más estilosos y modernos, siendo la nueva reina de las crucíferas y de los vegetales. Es ideal en ensaladas (previa cocción mínima), batidos verdes o en toda clase de platos saludables, y cabe reconocer que su sabor intenso, o gusta mucho o no acaba de convencer.
Pero dejando aparte las peculiaridades sin fondo, la kale realmente tiene muchos y meritorios motivos para haber ganado ese honorífico puesto dentro del reino de las verduras. ¿Os apetece saber por qué?
Primero de todo, cabe destacar su gran poder nutritivo. Tiene un gran contenido en minerales, principalmente calcio, hierro, magnesio, zinc, cromo, potasio, fósforo y vitaminas, entre las que cabe destacar la mega conocida vitamina C, provitamina A, K y ácido fólico. (Como curiosidad, la kale tiene más hierro que la carne, 10 veces más de vitamina C que las espinacas y más calcio que la leche.)
Su color verde intenso se debe a la clorofila, (flavonoide) y los carotenoides, potentes antioxidantes, capaces de neutralizar los efectos negativos de los radicales libres y ambos asociados a propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas.
Por otra parte, también contiene luteína, un antioxidante que ayuda a prevenir la degeneración macular (en los ojos).
Una ración de kale tiene sólo 35 calorías, casi 6 gramos de fibra y nada de grasa (siempre y cuando no la hayamos aderezado con salsa o aceite). Ayuda al proceso de digestión de los alimentos y gracias a su cantidad de fibra soluble, es un excelente regulador intestinal. Pero eso no es todo: